El poder del mecenazgo reflejado en el arte

El florecimiento del mecenazgo se atribuye a la época del Renacimiento. Siempre existió un apoyo económico y patronazgo para que las empresas artísticas fueran posibles, pero en esta época la relación mecenas-artista-obra se ejecuta a otros niveles; no consiste únicamente en financiar empresas artísticas donde el patrono puede aparecer como donante, sino que financia algo para su propio prestigio, exaltación y gloria familiar y personal. El mecenas deja de ser un simple oferente para pasar a ser parte de la obra.

Como ya explicamos en el artículo ¿De donde viene la palabra ‘mecenas’?, el origen del término es por un noble romano del siglo I a.C,. llamado Cayo Mecenas, amigo personal del emperador Augusto, que ayudó a los poetas más importantes de la cultura romana como Horacio y Virgilio.

La mayoría de las obras que se produjeron bajo mecenazgo estuvieron sometidas a condiciones de encargo y contratos. Los patronos podían precisar de forma notable la iconografía, el diseño, el tiempo, los materiales la forma de pago y la intervención del maestro.

La Gloria fue encargada por el emperador Carlos V en 1551 a Tiziano, referente cultural del momento, coincidiendo con su segunda estancia en Augsburgo, para lo que el pintor contó con instrucciones iconográficas muy precisas. Carlos trabajó por la difusión de los santos, motivando un entrono artístico en torno a ellos; los santos eran personas modélicas que habían luchado por el cristianismo.

Esta obra fue el último encargo de Carlos V (podéis ver este artículo sobre la obra), que la llevaría con él a su retiro al Monasterio de Yuste, donde finalizaría sus días, no sin antes pedir verlo por última vez. Contamos con un lienzo de gran carga simbólica, para lo que quiso contar con uno de los mejores pintores de le época; el gran Tiziano. Tras su fallecimiento fue devuelta a El Escorial hasta el siglo XIX que se cedió al Museo Nacional del Prado de Madrid, donde se encuentra en la actualidad.

EL ENCARGO ASUME UN PAPEL DE OSTENTACIÓN DE PRESTIGIO IDEOLÓGICO, POLÍTICO Y SOCIAL. TODAS LAS GRANDES FAMILIAS COMPITEN POR ELLO Y LAS CORTES EUROPEAS SOLICITAN A LOS MEJORES ARTISTAS

En la Edad Moderna ya se contaba con el poder papal, el monárquico y el nobiliario, a los que hay que añadir el surgimiento de otros nuevos en Europa; élites comerciales, burguesía, etc. A medida que estos se hacen más fuertes los artistas se ponen a su servicio, haciéndose así ellos mismos también más fuertes, para finalmente convertirse en un nuevo poder moderno. Estos nuevos poderes que emergen buscan legitimarse a través de su imagen en el arte.

El mecenas se sirve del arte para surgir como un nuevo poder al ser retratado dentro del cuadro al lado de los personajes divinos, sirviéndose de la antigüedad clásica como recurso filosófico, científico y artístico. Adquiere una clara dimensión de prestigio y de política propagandística. Contribuyeron al proceso de liberación de artistas de los gremios, permitiendo que alcancen un gran prestigio social. Pero no bastaba con tener poder, también había que demostrarlo y mediante el arte era una de las mejores formas de hacerlo, puesto que la pintura y sus muestras de poder quedarían para la posteridad, conformando parte del linaje y patrimonio familiar acumulado para sus sucesores. Como valor añadido contamos con su ubicación en lugares claves e importantes, dirigidos a diferentes públicos, que no dejarán que queden en el olvido.

La alianza entre el poder y la imagen se hace evidente en Roma, influenciando al resto del mundo católico. Con gran protagonismo político y espiritual, se convierte en el modelo de donde toman ejemplo los príncipes católicos y se creará un gran escaparate internacional. El monarca de Roma era el Papa, siendo a su vez el cabeza de la iglesia católica. Tras la vuelta de Aviñón a Roma con Gregorio XI (1378) y una vez finalizado el Cisma de Aviñón en 1417 asumen un importante reto: engrandecer, cultivar y legitimar el doble poder del Papa; el religioso y el terrenal

Con estas grandes obras de mecenazgo papal se logra prestigio internacional de su poder. El programa sigue de forma decisiva durante el siglo XVI con los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina y los de Rafael en las Estancias de Vaticano, entre otras obras.

El mecenazgo como demostración de poder llevará a papas, reyes y nobles a promocionar artistas en multitud de ÁMBITOS.

El mecenas, quien ostenta el poder, no se conforma con encargar una pintura y que se encuentre expuesta en un sitio importante, sino que pasa a formar parte de la obra, y les encontramos de forma devota, al lado de santos, mostrándose como siervos ejemplares merecedores del cielo, a veces acompañados de familiares y personas allegadas a ellos.

Ante el mecenazgo como muestra de supremacía, destacan papas como máximo exponente del poder de la iglesia, reyes como representación del poder de la monarquía, y la nobleza como muestra de su poder adquisitivo, en una lucha por demostrar quién puede más y verificándolo mediante el mecenazgo en las obras de arte.

La nobleza conllevaba unos hábitos culturales sobre los que se establecía el reconocimiento del estatus social. Era un estamento jurídico que necesitaba confirmarse mediante documentación judicial y cuya riqueza provenía prácticamente del campo y su deber principal es de carácter militar. Su construcción ideológica se basaba en dos factores clave: las virtudes; educación, caballería, sensibilidad y reconocimiento del valor artístico, entre otros, y el linaje por el cual se demostraba la importancia y valor de la familia. En la familia noble destaca la importancia del linaje masculino. Para su política artística se establece un vínculo directo entre la posesión del estatuto de nobleza y el uso de símbolos, complementos muy importantes y necesarios, ya que su reconocimiento se podía ligar a una imagen pública abogada por el arte.